lunes, 1 de julio de 2019

Vacaciones!

No hay nada como volver a un lugar que no ha cambiado,
para darte cuenta de cuánto has cambiado tú.
(Nelson Mandela)

No es la cantidad de tiempo que pasas en un lugar
lo que lo hace memorable;
es la forma en la que pasas el tiempo.
(David Brenner)



Querid@s amig@s:
Es hora de tomarnos un respiro, ha sido un año lleno de momentos felices y otros no tanto.
La alegría de compartir con ustedes estos momentos de reflexión, opiniones y aprendizaje es el mejor de los regalos.
Cerramos un tiempo para recargar las energías y volver como dice la frase de Mandela, cambiadas y renovadas.
¡Un fuerte abrazo para tod@s!
¡Gracias por acompañarnos siempre!

                                                                                Luna & Alma (y viceversa)

lunes, 24 de junio de 2019

Juntos o separados


“Mientras más se aleje una sociedad de la verdad,
más odiará a aquellos que la proclaman.”
(George Orwell)


Leyendo la cita y observando el mundo que nos rodea, ¿cómo podría no creer que es terriblemente cierta?

A veces, cuando veo que todo es una cuestión de “bandos”, pierdo la esperanza que esto, que la sociedad en la que vivimos, tenga arreglo. Porque lamentablemente, a eso se ha reducido todo. Eres de izquierda o de derecha, de arriba o de abajo, blanco o negro. Y claro, si te gustan las ideas socialistas no puedes estar de acuerdo con ningún tipo de autoridad. Si usas “uniforme”, no puedes ser amigo de un joven hippie. Si eres empresario no almuerzas con operarios. Si eres un obrero no juegas al golf. Y el símbolo del yin y el yang es sólo eso, un símbolo; algo abstracto y, tal parece, obsoleto.

Cuesta aceptar que lo que nos gusta, lo que creemos, lo que sostenemos de algún modo, pueda tener fallas, pueda no ser “perfecto”. Es como si un católico no admitira los horrores que ha cometido la Iglesia en nombre de Dios. Es más fácil, agredir y ponerse contra quienes –tal vez– nos enfrenten a esas cuestiones, esas ‘verdades’. No sea caso de revisar las propias convicciones o creencias, admitir que no todo es una cuestión de equipos, de adversarios; y que, la única manera de que una sociedad funcione, es que tomemos la parte mejor de todas y cada una de las posiciones... ¿no crees?

Alma & Luna

lunes, 17 de junio de 2019

Formas de amar

Abrir el corazón para dejar fluir el amor auténtico, que proviene de nuestra esencia espiritual, implica tener una actitud de bondad, de dar bien, de bien dar: desear el bien y bienestar en pensamientos para el bien, palabras para el bien, sentimientos para el bien, acciones para el bien, es decir con “buena voluntad.”

(Texto tomado del libro “Milagros para todos” de Vivian Solis)


Cuando hablamos de amor, se abren varios caminos para poder definirlo ¿no es así? A veces creemos que el amor “llega”, que nos toca, como si nosotr@s no tuviéramos nada que ver con eso. Amamos y nos aman.

Sin embargo, cuando leí la frase que abre este post en la imagen, me di cuenta de que en muchas ocasiones se abría debate acerca de esto: ¿El amor se demuestra con hechos? ¿El amor se demuestra con palabras?

Supongo que habrá personas que son menos expresivas, y que demostrarán con sus hechos el amor que sienten. Otras, necesitarán decirlo, necesitarán oírlo, necesitarán la palabra que los abrace. Yo creo que ambas opciones forman parte del amor, por decirlo de una manera coloquial. Demostrar con hechos o con palabras, es la única forma que conocemos para poder manifestarlo.

Cada un@ lo siente o lo percibe de manera personal y única. No existen las comparaciones. No sólo en relaciones de pareja. Pienso en los hijos por ejemplo, cada uno es diferente por más que hayan sido educados de la misma forma. Cada uno manifestará su amor según su percepción interna, su carácter, su forma de ver a sus padres en este caso.
Como individuos también se manifestarán en el amor de diferentes maneras.

Te invitamos a que nos dejes tus palabras. ¿Amas demostrando con hechos? ¿Amas con palabras? ¿Cómo te sientes más “amado”; con hechos o con palabras?
                                                                                                          Luna & Alma




lunes, 10 de junio de 2019

Tiempo libre


“Estamos atrapados en la cultura de la prisa y de la falta de paciencia. Vivimos en un estado constante de hiperestimulación e hiperactividad que nos resta capacidad de gozo, y nos roba la posibilidad de disfrutar de la vida.”
(Carl Honoré)

El viernes pasado, por estos lares se ha terminado el año escolar. Sólo habían pasado un par de minutos desde lo que sería el último mediodía delante la puerta de la escuela, cuando un niño de apenas ocho años, miró a su madre y preguntó: “¿y ahora, qué haré?”

Juro que me dejó perpleja. Me quedé pensando en una infinidad de cosas. Entre ellas el hecho inconcebible que un niño se sintiera “perdido” porque se encontraba sin un programa de actividades. ¿Cuándo fue que nos llenamos de cosas por hacer? ¿Cuándo fue que perdimos la capacidad de “no hacer nada”?, ¿de permanecer a contemplar lo que nos rodea y basta?, ¿o de improvisar según el momento, las ganas y la compañía?

Entonces presté más atención a estas mamás que allí se encontraban, y ellas estaban más preocupadas que los propios hijos. Junto a la escuela terminaban las lecciones de natación, de atlética, de danza, de inglés, los encuentros de catequesis, los de fútbol... y una interminable lista de ocupaciones. No pude evitar recordar mi propia infancia, iba a la escuela por la mañana, y tenía alguna actividad extraescolar por la tarde, pero nunca me angustió la perspectiva del tiempo libre sin un programa minuciosamente programado. Menos aún cuando fui madre. Siempre creí que todos necesitamos un tiempo sin “obligaciones”, sin compromisos adquiridos con anticipación. Un tiempo sin “nada para hacer”. Sobre todo cuando se es niñ@, porque creo que de ahí nazca la creatividad, la curiosidad por descubrir.

Si estamos todo el tiempo ocupados, con actividades prefijadas y compromisos varios, ¿cuándo es el momento para estar con nosotros mismos? ...para pensar, para reflexionar, para dejarnos sentir.

Alma & Luna

lunes, 3 de junio de 2019

La delgada línea entre deseo y necesidad

“(...)
En la mente de las personas maduras hay una especie de línea imaginaria que distingue claramente entre «deseo» y «necesidad». Desgraciadamente, muchos confundimos con frecuencia ambos conceptos. Un deseo es algo que «me gustaría» ver cumplido, pero que «no necesito». En cambio, una necesidad es algo sin lo cual realmente NO puedo funcionar. La realidad –lo mires por donde lo mires– es que las necesidades del ser humano son la bebida, la comida y la protección frente a las inclemencias del tiempo (si es que el lugar donde vives es inclemente). Nada más. Es bueno tener deseos, es natural. Deseamos poseer cosas, divertirnos, estar cómodos, que nos amen, hacer el amor..., y todos esos deseos son legítimos, siempre y cuando no los transformemos supersticiosamente en necesidades. Y es que los deseos causan placer. Las necesidades inventadas producen inseguridad, insatisfacción, ansiedad y depresión. Sin embargo, parece que las personas tenemos una fuerte tendencia a crear necesidades ficticias a partir de deseos legítimos.
(...)"
(“El arte de no amargarse la vida”, Rafael Santandreu)




Si leemos con atención este párrafo, quizás a primera vista suene demasiado “básico” o “superficial”. Nos preguntaremos como se puede sintetizar algo que nos llevaría horas poder definir, entender, resumir y por fin extraer alguna conclusión, porque visto así, de esta manera tan lineal parece tan simple que nos hace pensar como no nos damos cuenta y como es que vivimos sumid@s, en una interminable sucesión de “necesidades” que nos vamos o nos van creando (y nosotros lo permitimos desde nuestro “piloto automático vital”).

Si yo pienso por ejemplo en que hace alrededor de diez o doce años, no tenía teléfono móvil, much@s se preguntarían: Pero ¿cómo?; ¿cómo podías estar sin “estar comunicada”? O... ¿cómo era tu vida sin móvil? (Esto es obviamente un poco exagerado; pero, no va descaminado, porque de verdad ahora mismo no me planteo dejar de tener móvil).

He aquí el ejemplo que encontré más adecuado para lo que se plantea en este post.

Nadie al día de hoy, se puede imaginar sin móvil. Sin embargo... ¿es una necesidad? ¿Es algo básico en nuestra vida? ¿Podríamos vivir sin móvil? Este aparatito nos ata, nos esclaviza muchas veces, nos hace estar desconectados con el resto del mundo y en muchos casos, desconectados de la vida. (Hay infinidad de ejemplos obviamente: “No puedo vivir sin pareja”, “ No me imagino la vida sin...” “Me muero si me echan del trabajo...” y un extenso listado de tips que solemos utilizar a diario).

Sin embargo, en el otro extremo está el deseo: tal y como explica el párrafo introductorio, éste es algo que nos ilusiona, que nos gustaría tener, pero que sin él podemos vivir y seguir llevando nuestra vida cotidiana. No modifica nada. Podemos ponernos el objetivo de cumplir nuestro deseo sin que se nos vaya la vida en ello o que eso nos impida ser felices. El deseo puede ser estimulante y que nos impulse a superarnos y conseguir logros.

¿Te apetece compartir tu opinión? ¿Encuentras  ejemplos en tu vida diaria? ¿Te creas muchas “necesidades innecesarias”?

¡Te esperamos!
Luna & Alma

lunes, 27 de mayo de 2019

Diversidad


“La plaga de la humanidad es el miedo y el rechazo de la diversidad: el monoteísmo, la monarquía, la monogamía. La creencia de que sólo hay una manera de vivir, sólo una forma de regular el derecho religioso, político, sexual, es la causa fundamental de la mayor amenaza para el ser humano: los miembros de su propia especie, empeñados en asegurar su salvación, seguridad y cordura.”

En la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, se lee: “Todos los hombres nacen libres e iguales en dignidad y derechos.” Pero entonces, ¿somos iguales o diversos?

La respuesta es simple... somos todos diversos. Todos tenemos diversas culturas, una diversa educación, diversos gustos, diversas actitudes frente a la vida, etcétera, etcétera. Y es aquí donde se ve que la igualdad vive en la diversidad; porque no debemos buscar los “puntos en común”, esos valores que podemos llegar a compartir; sino lograr la convivencia aún con valores diversos.

Porque hablamos de diversidad y no de diferencias. Ninguna diferencia es aceptable, porque las ‘diferencias’ crean desigualianzas desde el momento que se inicia a ‘qué es mejor que...’. La diversidad, en cambio, gana y se alimenta de la del otro; por ello, mientras las diferencias dividen, la diversidad une a todos.

Esto se logra con un concepto primordial: respeto. Respeto hacia el otro, hacia lo que el otro cree, piensa, se expresa, le gusta... aún si todo esto no nos pertenece, no hace parte de nosotros. De este modo lograremos avanzar como sociedad, como raza “humana”, cuando podamos convivir unos con otros a pesar de y gracias a nuestra diversidad. Esto es lo que se debería pretender de cualquier principio de igualdad; no homologar sino coexistir dentro la diversidad.

Recuerda lo que decía Linus (Snoopy): “Sólo siendo diversos podemos estar juntos; porque un rompecabezas no se arma con piezas iguales.”

¿Tú que piensas? ¿Aceptas aquello que es diferente a lo ‘tuyo’? ¿Lo respetas realmente?

Alma & Luna

lunes, 20 de mayo de 2019

Eres realmente positivo?

“Hay quien ve la vida de color rosa constantemente,
sin embargo,
¿se puede ser siempre positivo?
¿Es sano? ¿No supone vivir en una nube irreal?
¿Qué significa realmente ser optimista?”

(Alex Blancafort)



Cuando leí este artículo enseguida pensé que sería ideal para plasmarlo aquí en este rincón donde podemos fluir con nuestros pensamientos y emociones.

Desde hace tiempo ya, nos hemos sumergido en una nueva corriente de la emoción, en donde el mensaje es algo así como “ser positivo a toda costa” si estás enferm@, si estás en crisis, si estás atravesando un período oscuro o doloroso... Si eres positiv@, todo se solucionará. Pareciera un truco de magia o como si por arte de la misma, todo se convierte y se sana.

Esto nos genera una ansiedad añadida al proceso doloroso que estemos pasando, porque encima tenemos que “ponerle al mal tiempo buena cara” ser positivos a costa de todo. Es demasiada presión si estamos transitando algún problema importante.

Hace poco una persona conocida con una grave enfermedad me dijo: “Soy positiva, le pondré garra y fuerza, yo voy a poder con esto, etcétera, etcétera...”. En algún punto sentí que esa frase encerraba todo el miedo, toda la angustia y la desesperación de no saber qué iba a pasar con ella.

Le dije que no se añadiera más presión intentando ser fuerte y positiva, que eso estaba genial, pero que, en los momentos que sintiera que el suelo se movía bajo sus pies, se permitiera vivir el dolor, el miedo, o lo que surgiera. Que dejara salir todas esas emociones, por más nefastas que fueran.

Porque yo creo que ser positiv@ no es ocultar lo que sentimos “negativamente” porque esos sentimientos quedan atrapados dentro de nosotr@s.

Es más, se dice que es saludable dejarlos salir, manifestarlos, porque es una manera de darles luz y verlos cara a cara. Una vez vistos, expuestos y reconocidos, entonces sí podremos encarar el proceso con positivismo. Partiendo de lo que hay y de lo que tenemos en las manos, y no como una especie de acto mágico que nos sacará de eso.

“Optimista es quien percibe lo bueno de cada circunstancia y quien a partir de esa percepción es capaz de optimizar las posibilidades que cada situación plantea.” (Extraídodel artículo)


Te invitamos a que nos cuentes qué opinas. ¿Eres realmente positiv@? ¿Te manejas bien en los momentos donde es complicado ser positiv@?

Luna & Alma

lunes, 13 de mayo de 2019

Lo que nos estamos perdiendo


“Un viernes de enero del 2007, un hombre entra a la estación de trenes de Washington. Extrajo su violín y empezó a sonar. Lo hizo por casi cuarenta y cinco minutos, en los cuales ejecutó seis obras de Bach.
Durante este tiempo, ya que era la hora de punta, se había calculado que miles de personas habrían pasado por allí, muchas camino a su trabajo.
Luego de unos minutos, un hombre maduro se dió cuenta que un músico estaba tocando; empezó a caminar más despacio y se detuvo por unos segundos. Luego se apuró, para recuperar ese ‘tiempo perdido’ seguramente.
Después de unos minutos más, el violinista recibe su primer dolar de propina: una mujer arrojó el dinero en el estuche del violín y sin siquiera detenerse continuó a caminar.
Pocos minutos más tarde, un hombre se apoyó a la pared para escucharlo, pero enseguida miró su reloj y comenzó a caminar.
Quien prestó más atención fue un niño de aproximadamente 3 años. Su madre tiraba de su mano, aún así el niño se detuvo a escuchar. Finalmente la madre consiguió llevárselo y éste empezó a caminar girando la cabeza durante todo el trayecto.
Este comportamiento lo repitieron varios niños; y todos, todos los padres sin excepción, los forzaron a continuar.
En los cuarenta y cinco minutos que el violinista tocó, sólo seis personas se detuvieron y quedaron un momento escuchándolo. Alrededor de veinte le dieron dinero, pero continuaron  caminando normalmente.
Cuando terminò de tocar y volvió el silencio, ninguno se dió cuenta. No hubo aplausos ni reconocimientos.”
Sobre el final de esta insólita actuación, se acercó una mujer. Lo había reconocido. El violinista era Joshua Bell, uno de los más grandes y talentosos músicos del mundo. Ella lo sabía bien, tres semanas antes lo había visto en un concierto organizado en la Biblioteca del Congreso, donde la entrada costaba U$S100.


Ese día, Joshua Bell tocó una de las piezas más complejas jamás escritas, con un violín Stradivarius del valor de tres millones y medio de dólares; y en esos cuarenta y cinco minutos, en el estuche de ese violín, recogió 32 dólares.

Todo esto fue organizado por el periódico Washington Post, como parte de un experimento social sobre la percepción, el gusto y las prioridades de las personas. La pregunta era: ¿en un ambiente común, a una hora inapropiada, percibimos la belleza?; ¿nos detenemos para apreciarla?; ¿reconocemos el talento en un contexto inesperado?

Pero tal vez, la verdadera pregunta sobre la cual deberíamos reflexionar es: si no tenemos un momento para detenernos y escuchar a uno de los mejores músicos del mundo, tocando una de las melodías más maravillosas jamás escritas, ¿cuántas cosas nos estamos perdiendo?

Alma & Luna

lunes, 6 de mayo de 2019

Espiritualidad

“Espiritualidad es estar despierto. Desprenderse de las ilusiones. Espiritualidad es nunca estar a la merced de acontecimiento, cosa o persona alguna. Espiritualidad es haber hallado la mina de diamantes dentro de usted.”




Nos gustaría abordar hoy un tema que como siempre, deberíamos charlarlo entre tod@s alrededor de una mesa, con café, con unas copas, y al abrigo del diálogo. Es bastante complejo resumir o poder enfocar el tema de la espiritualidad en un post que no debe ser demasiado extenso, poder centrar el enfoque y que no sea aburrido.

Desde siempre, espiritualidad y religión estuvieron conectadas, o relacionadas por lo menos. Sin embargo, yo creo que son dos conceptos distintos.

Como much@s de nosotr@s, fui educada en la religión católica a pesar de que en mi casa nunca se practicó activamente. Con el correr de los años, comencé a tocar otras filosofías, por curiosidad, por querer saber más, por instinto. Descubrí entonces, que en general las religiones 'te atan' porque te condicionan a cumplir ciertos preceptos, ciertas reglas, que en definitiva tienden a reprimir o a censurar si no las cumples (y de paso a culpabilizarte siempre). Esto comenzó a chirriarme en la adolescencia, sobre todo viendo lo que había a mi alrededor con el tema de la dictadura en Argentina y la participación activa de la Iglesia en este genocidio.

Personalmente siempre me sentí conectada a algo que sentía superior, no sabía cómo llamarlo. Decidí que no lo iba a etiquetar, sino que iba a seguir intentando descubrir hacia donde me llevaba sentir esto.

Aprendí, después de leer bastante y de practicar alguna filosofía, que había ido rescatando lo que para mí era mejor, y que me servía en mis propios procesos. Aprendí también a conectar conmigo, a sentirme, a mirar mi corazón, a reconocerme como parte del Universo.

Hay algo de orden sagrado en la naturaleza, en sus enseñanzas, en lo que nos manifiesta en cada ciclo vital. Hay algo sagrado cada vez que te sientas en silencio e intentas escucharte sin todo el ruido exterior que solo te confunde. Hay algo sagrado cada vez que te conectas con el otro, desde tu corazón, desde el no-juicio.

No practico ninguna disciplina, ni religiosa ni filosófica. Me sirve lo que puedo aplicar a mi vida diaria, lo que sienta que me eleva y me ayuda a ser agradecida. (Muchas veces con mayor o menor acierto, obviamente). No sólo en los buenos momentos, sino también en los procesos de dolor, en las crisis. Aprendí que cada crisis aparece para que aprenda algo y siga mi camino.

No sé, si esto que escribo resume un poco la propuesta de esta semana. No sé si es clara, o si es correcta... Tal vez no haya podido definir lo que intento poner aquí hoy sobre la mesa. Pero nos encantaría que hablaras sencillamente de lo que sientes tú como espiritualidad... -quizás sea sentir y no pensar en lo que es-; ¿relacionas tú, cualquier religión a la espiritualidad? ¿Tiene que ver la fe? ¿En qué crees si crees en algo?

¡Te esperamos!
Luna & Alma

lunes, 29 de abril de 2019

Defensas

“Cuando tratas de defenderte estas dando demasiada importancia a las palabras de los otros y das más fuerza a sus opiniones. Si aceptas el no defenderte estás mostrando que las opiniones de los demás no te afectan, que ‘escuchas’. Que son simplemente opiniones y que no tienes que convencer a los otros para ser feliz.
Tu silencio interno te vuelve sereno.
Practica el arte de no hablar.
Progresivamente desarrollarás el arte de hablar sin hablar y tu verdadera naturaleza interna reemplazará tu personalidad artificial dejando brotar la luz de tu corazón y el poder de la sabiduría el “noble silencio”.
Respeta la vida de los demás y de todo lo que existe en el mundo.
No trates de forzar, manipular y controlar a los otros.
Conviértete en tu propio maestro y deja a los demás ser lo que son o lo que tienen capacidad de ser.
Instálate en el silencio y la armonía de todo el universo”
(Thích Nhất Hạnh)


No sé si alguna vez les ha pasado, a mí sí... alguien dice o hace algo que nos deja como lo que no somos; y entonces, automáticamente comenzamos a “defendernos”. Empezamos a explicarnos; desarrollamos nuestras ideas, nuestras creencias, nuestros modos. Argumentamos posiciones y probamos, a veces hasta el cansancio, a demostrar que no somos como nos han reflejado. Y la pregunta es ¿por qué? ¿para qué?

Porque habrá veces que el otro o la situación en sí, vale la pena; pero otras muchas no. Y entonces ¿por qué desgastarnos en ese tipo de situaciones? Si uno sabe cómo es o no es, o cómo y porqué actúa de la forma que lo hace; sus razones y, en el mejor de los casos, en las consecuencias de cada gesto... ¿por qué tantas explicaciones?; ¿por qué tratar que el ‘otro’ nos vea como nosotros queremos nos vea?; ¿en todas esas situaciones ese otro realmente vale la pena, es así de importante? Yo no creo, y entonces ¿qué puede importar lo que opine?

En muchas situaciones he empezado a optar por el silencio, ya no pierdo tiempo en ‘convencer’ a nadie, no doy más explicaciones... porque como dicen por ahí también: “No expliques tanto; los amigos no las necesitan, muchos no las entienden y, muchos más aún, no las creen.”

Alma & Luna

lunes, 22 de abril de 2019

El lado oscuro de las emociones

“Si hablamos de emociones buenas y emociones malas, les damos una valoración moral que nos impide comprender su razón de ser. Y ésta es una lección inadecuada que aprendemos desde niños.
El problema es que cuando pienso que una emoción es mala, tiendo a eliminarla, así que me pierdo la posibilidad de aprender lo que tiene para enseñarme, y entonces en lugar de aprovecharla sólo la padezco.”
(Dr. Norberto Levy)

Desde que llegamos al mundo, recibimos el mensaje tácito de que las emociones negativas no son buenas, no hay que manifestarlas (no llores, no te enfades, no grites, etcétera, etcétera...)
Aprendemos de nuestras figuras de autoridad, padres, abuelos, maestros que “ocultarlas” es lo correcto. Ser buenos, expresar alegría, comunicarnos, es lo que todos deberíamos hacer. Y es entonces que empezamos a “luchar” contra estas emociones que son tan naturales e importantes como las otras. Nos acostumbramos a “tapar” a disimular y a no reconocernos en esas facetas. Socialmente no está bien. Sin embargo, estas emociones, pueden ser tan sanadoras como las otras. Es decir, desde el momento en que las reconocemos y podemos gestionarlas, se propicia el cambio, y se “reconvierten” en algo más constructivo.

Leo esto por ejemplo acerca de la rabia:
"La rabia, cuando es permitida, funciona como un propulsor que te impulsa, irremediablemente, a actuar; produce fuego y con él se transforma la emoción en sí en una acción que, sin duda, te llevará más allá de donde estabas."


¿Porqué no dejarla salir? Poder gritar, o expresar tu rabia ante una injusticia, ante algo que te lastima, o te enfada.
Y también me pregunto por el miedo, por los celos (como ya hemos hablado hace poco aquí), por el asco, el enfado o la tristeza. Si aprendemos a gestionarlas, ¿no serán herramientas que nos ayuden a salir de situaciones adversas?

Emociones que al darles visibilidad pueden llevarnos a tomar decisiones postergadas, terminar con historias que nos hacen daño, poner nuestros límites, o colocarnos posicionados de otra manera ante el mundo. Emociones que solemos reprimir porque no están bien vistas, con lo cual cuanto más las reprimimos más crecen y en algún momento explotarán como una olla a presión, saltará todo por el aire, nos dañará aún más, o terminará enfermándonos.

Aceptarlas es darles el lugar que tienen en nosotr@s, es nuestra sombra que nos encargamos de ocultar. Pero desde el momento en que las integramos, las escuchamos e intentamos comprender qué mensaje quieren darnos en vez de luchar contra ellas y reprimirlas, dejarán de estar en la sombra.

Te proponemos un viaje a tu interior, a mirarte en esa zona que no se suele mostrar.
¿Te identificas con este post? ¿Cuál es tu emoción negativa predominante?
¿Quieres comentar lo que piensas o sientes?
¡Te esperamos!

                                                                                                                        Luna & Alma


lunes, 15 de abril de 2019

Un@ mism@

“Luchar por una idea sin tener una idea de uno mismo,
es una de las cosas más peligrosas que se pueden hacer.”
(“Donde el corazón te lleve”, Susana Tamaro)

Los otros días, mientras leía “La vida te despeina”, me crucé –por así decirlo– con esta cita con la que he abierto la entrada. Me ha parecido tan sencilla como verdadera; y, no sé porqué la asocié a la escena de cómo te gustan los huevos en el desayuno de “Novia a la fuga”... ¿la recuerdan?



Y es que me parece representa de manera, tal vez, cómica o simple, lo que deseo expresar.

¿Somos conscientes del peligro que signifique no tener una idea concreta de quienes somos? Si no sabemos qué cosas nos gustan y qué no, cuáles son nuestras ideas sobre éste o tal otro tema; lo más probable es que seamos fácilmente influenciables, y por ende, que sea algún otro el que conduzca  nuestra propia vida.

Creo que esto se observa más comúnmente entre los jóvenes. Si los amigos de un muchacho juegan al fútbol, lo más probable es que él termine jugando al fútbol también... pero ¿era éste el deporte que realmente le gustaba?; ¿y si hubiese sido el rugby, o el basket, o la natación? ...o alguno aún más insólito como el golf, ¿qué pasaría con ese muchacho? ¿seguiría sus gustos sin importarle el entorno o se dejaría condicionar? Y todo esto, luego de un tiempo, ¿no podría traducirse en insatisfacción?

Si a todo esto le sumamos los roles preestablecidos por género, el tema se hace aún más complicado; porque ¿qué pasa cuando a nuestro hijo varón le gustaría concurrir a clases de cocina o danza clásica?; o ¿nuestra hija mujer quisiera estudiar mecánica en vez que letras? Y no digamos que estos temas están superados, porque todos sabemos (más los que somos padres) lo difícil que es “ser el diferente”.

Y si esto lo trasladamos a una pareja, ¿qué sucede cuando al no saber elegir, dejo que lo haga el otro? ¿Se puede amar y convivir a pesar de ser ‘el día y la noche’?

Yo tengo las respuestas para cada cuestión, pero hoy quiero que reflexionemos más juntos que nunca... ¿te animas?

Dinos sinceramente qué piensas, sin importar la extensión de tu comentario. Te esperamos.

                                                                                                                        Alma & Luna



lunes, 8 de abril de 2019

Celos

“Los celos son siempre el instrumento certero
que destruye la libertad interior
y elimina en la compañía toda la felicidad posible.”
(Gregorio Marañón)



“Si tiene celos es porque te quiere”, “soy celoso/a porque te amo”, “preocúpate cuando deje de tener celos, porque quiere decir que ya no estoy más enamorado/a de ti”... Estas son frases que seguramente todos hemos escuchado (y hasta dicho en algún momento). Pocas emociones llegan a ser tan complejas como los celos, ahí donde se arremolinan sentimientos dispares y siempre intensos.


Abrimos el post de esta semana para hablar de los celos.

Sí, los celos, esa emoción que nos quema, que nos enoja, que nos termina debilitando y nos hace sufrir. No hablo sólo de celos en relación a la pareja. Quiero abrir el abanico de posibilidades en cualquier tipo de relación. Celos entre herman@s, entre amig@s, entre colegas de trabajo, etcétera.

El gran fantasma, indefinible y amenazador que de repente irrumpe ante algún acto o circunstancia que nos afecta de manera exagerada. En una especie de afán de posesión, de querer controlarlo todo, sufrimos un estado de permanente sospecha y de sobresalto.

Tengo el recuerdo de sentir celos de mis hermanos pequeños, porque tenían más atención que yo que era la mayor, y era la que “tenía que entenderlo” aunque fuera una niñita que sólo buscaba ser “vista”. A su vez, mis hermanos tenían celos de mí, porque yo era la mayor, la que tenía más (según ellos) facilidades en la familia.

Fíjense que son dos emociones idénticas, con circunstancias idénticas, pero, con percepciones totalmente diferentes. Cada uno lo veíamos de una manera totalmente personal, poco sana, y que nuestros padres no sabían manejar, lo cual generaba discusiones hasta el infinito (y hasta hoy). Esto es sólo un ejemplo tonto, pero sabemos que los celos destrozan relaciones, se convierten muchas veces en obsesivos y dañan más de lo que construyen, por más que te digan que  es normal tenerlos.

Quizás, en nuestro ser más profundo sintamos la necesidad de poseer a la otra persona, y eso se manifiesta a través de los celos.

¿Es sólo inseguridad? ¿Consideras que es normal? ¿Eres celoso/a?
¿Te apetece compartir tu punto de vista?
                                                                                                                        Luna & Alma


lunes, 1 de abril de 2019

Aceptar


“Sólo una mente educada
puede entender un pensamiento diferente al suyo
sin necesidad de aceptarlo.”
(Aristóteles)

A veces se confunde comprender con aceptar, cuando son dos conceptos totalmente diferentes; y la diferencia entre ambos es inmensa.

Una persona puede comprender perfectamente algo y ello no implica que lo acepte como tal. Es decir, el rechazo o la no aceptación de algo que se ve o se oye, no significa que no se comprenda. Y viceversa. También hay cosas que se aceptan sin comprender la profundidad del mensaje, del concepto.

Pensemos a los dogmas religiosos. Muchos los aceptan y los hacen parte de su día a día, y ¿esto significa que todos ellos los comprenden dichos dogmas? Yo no creo; habrá quien sí, pero seguramente habrán muchos que simplemente los han asumidos porque ‘así estaba establecido’, pero sin una verdadera comprensión.

Y viceversa por ejemplo, cuando comprendemos cómo es realmente quien tenemos delante y solicitamos continuos cambios de esa persona. Allí no lo estamos aceptando, porque aceptar sería no pretender ni esperar ningún tipo de modificación... a pesar que la misma aceptación signifique que los caminos de ambos se dividan.

Te quiero... te comprendo... pero quisiera que cambies para estar juntos: no te acepto.
Te quiero... y te acepto tal cual eres, y aunque no deseo que cambies, ni que dejes de ser quien eres, no estamos hechos para estar juntos: te acepto y me acepto.

¿Tú crees en esta diferencia o piensas que una implique la otra? ¿Cuál es tu experiencia?
                                                                                                                        Alma & Luna


lunes, 25 de marzo de 2019

Dos amores

“Se puede estar enamorado
de varias personas a la vez,
sin traicionar a ninguna.”
(Gabriel García Márquez)

En una serie de televisión, el capítulo se abre con este planteo. Un hombre  está enamorado de dos mujeres, con las cuales convive, y a las cuales ama por igual. Más allá de la ficción, me he hecho esta pregunta muchas veces. Y creo que más de un@ alguna vez también se lo ha cuestionado.

No voy a hablar de infidelidad, ni de traición, porque ese sería el camino más sencillo. Me gustaría dar un paso más en profundidad, porque… ¿dónde está escrito que tenemos que amar a una sola persona? Es decir, ¿por qué sólo podemos “optar” a un amor a lo largo de la vida o a un amor por vez?

En un plazo de 20 años, por ejemplo, con una sola pareja (y digo 20 años, porque ya refleja una relación estable, consolidada en el tiempo, que ya ha pasado por crisis, por problemas y muchos ciclos de evolución de dicha relación) me pregunto si no ha habido espacio para “ver” a otras personas, para quedarse atrapad@ en esa “tentación” (por decirlo de alguna forma) para  volver sentir el amor  que una vez nos erizó la piel. Y yendo un poco más allá, establecer un vínculo que de repente te toque y te enamore.  ¿Quién dice que ese sentimiento no es válido o es censurable, o imposible? Es más, probablemente la “segunda” persona, aporte o complemente lo que le falta a la primera, y viceversa.

También planteamos la posibilidad,de conocer a dos personas a la vez y que ambas te atraigan, que sientas que puedes conectar en todos los sentidos, que hay química, y que puedes ser pareja de amb@s. ¿Es posible esto? ¿O estamos tan condicionados por el mandato de que "sólo una pareja a la vez" es lo correcto, que eso nos hace rechazar de plano otra opción, y solo dentro del terreno de la infidelidad es posible?

No me estoy planteando un problema ético. Sólo pongo sobre la mesa, dicha posibilidad.

Nos encantaría saber qué piensas, si has conocido algún caso, si fue posible una continuidad en el tiempo, o sencillamente si crees que podría suceder.


Luna & Alma

(Fuentes:
                                                                                                                      

lunes, 18 de marzo de 2019

Críticas

“Seas parco en elogiar,
y más parco todavía en vituperar(*).”
(Séneca)

En estos últimos tiempos he visto aquí y allá, que se ha vuelto a hablar mucho de quienes comentan los blogs y la manera en que lo hacen. Y juro que no entiendo el sentido de tanta polémica.

Están aquellos que se lamentan porque uno u otro no ha ido a comentar a todo el resto de blogs que debería (por una cierta regla en algunas iniciativas)... primer desacuerdo. ¿Es realmente necesario un comentario? Creo yo que, como todos los que escribimos de forma pública, nos gusta que se nos lea y dejen su opinión al respecto; pero esto está libre de cualquier tipo de obligación, pienso sea algo tácitamente claro. Pueden existir infinitos motivos por los cuales una persona pase a leernos y no nos deje su comentario; inclusive yo, Alma, desde siempre leo muchísimo más de aquello que comento... y lo prefiero. Lo prefiero antes que el comentario impersonal de “Uyyyy me encantó!” donde hasta se podría dudar si te han leído. Un poco como pasa en Facebook, donde la gente está tan acostumbrada a meter “me gusta” que a veces ni se da cuenta (o en el peor de los casos, no le importa) a qué le está metiendo “un pulgar alzado”... he visto casos de gente que anunciaba la muerte de alguien amado y recibir muchísimos “me gusta” (😲). 
Para cerrar el porqué de este primer punto; estamos de acuerdo que a todos nos gusta recibir comentarios, pero por sobre todas las cosas, nos gusta ser leídos e interpretados, y que el otro nos haga saber lo que sintió al leernos, sea bueno o malo –porque puede pasar que lo escrito provoque un sentimiento negativo, aunque no haya sido ésta nuestra intención– y esto significa estar abiertos también a las críticas. Y aquí viene el segundo punto.

También he estado leyendo que a quienes escribimos en los blogs, no nos gustan las críticas; que sólo aceptamos los halagos, los cumplidos sin sentido y, muchas veces, inmerecidos, según el criterio de quienes esto sostienen... y éste es el segundo desacuerdo. Me pregunto, ¿desde qué pedestal viene la crítica? Porque quede claro, creo que todos y cada uno puede decir “esto no me gustó por ésta y ésta razón”; o “esto no lo he entendido porque la estructura gramatical no es clara”; pero, de allí a ponerse como jueces de la Real Academia, creo que falta mucho, ya que no conozco la existencia entre nosotros de un premio Nobel a la literatura (y, así y todo, no pienso que este último fuera tan soberbio como para demoler un texto o relato por simples errores de estructura u ortográficos). Cada quien tiene una manera diferente de enfrentar este tema, como tantos otros obviamente; yo por ejemplo, prefiero que si tengo que hacer una crítica o ‘remarcar’ un error, hacerlo de forma privada, lo considero una cuestión de respeto, hacia la otra persona y su trabajo. Luego, si algo directamente no nos gusta para nada, o nos provoca sólo sentires negativos, o nos parece un tema repetitivo o mal argumentado, ¿es necesario –o justo– comentar públicamente? Pienso que no. Es como aquellas personas que se lamentan de la mala calidad de los programas televisivos, sin cambiar de canal o apagar directamente la tv; como si se tratara de una fuerza cósmica que no te deja otra opción. Entendamos... podemos apagar, podemos no comentar, podemos simplemente dejar un saludo (porque estimamos a la persona más allá de lo que haya escrito); opciones hay muchas.

Hoy me he extendido un poco mucho, es verdad; pero estoy convencida que estas cosas hay que “hablarlas” y hacerlo de forma sincera y clara. Por mi parte repito, obviamente me gusta que me lean y que me comenten expresando vuestro parecer y lo que les he transmitido, pero también acepto las críticas, hechas siempre desde el respeto. Y, sobre todo, comprendo los silencios (me he convertido en una embajadora de ellos), y te estaré esperando siempre con una taza de té y una sonrisa, sea hoy, o dentro una semana, o un año... no importa cuándo vengas, sino que vengas.

Alma & Luna


(Vituperar: censurar o deaprobar con mucha dureza una cosa o una persona)

lunes, 11 de marzo de 2019

Prejuicios

“El prejuicio es la acción y efecto de prejuzgar
(juzgar las cosas sin tener cabal conocimiento
O antes del tiempo oportuno).
Un prejuicio, por lo tanto, es una opinión previa
acerca de algo que se conoce poco o mal.”
(Julián Pérez Porto y María Merino)

Lo primero que suele surgir cuando hablamos de prejuicios es la siguiente afirmación: "yo no tengo prejuicios". Generalizamos rápidamente, tal vez porque de verdad creemos que es así.

Y es posible que así sea, pero, si nos ponemos a pensar con honestidad, encontraremos alguno que otro que nos pasan desapercibidos, o simplemente los tenemos tan incorporados que no los consideramos como tales.

Si hacemos un examen de conciencia, tal vez descubramos que sí, en efecto muchas veces prejuzgamos. Por aspecto físico, actitudes, maneras de pensar, maneras de actuar, en definitiva un sinfín de ejemplos que nos ponen delante del prejuicio.

Simplemente por el hecho de "generalizar" estamos prejuzgando. (Una cultura, una raza, una religión, una forma de vida).

Muchas veces creo que el prejuicio nace del miedo. Miedo a lo que es diferente. Eso nos pone en alerta, nos preparamos para enfrentar lo desconocido. El prejuicio a priori "nos protege" nos aleja del miedo.

Soy la primera en entonar mi "mea culpa" ante la acción de prejuzgar.

Krishnamurti en una de sus conferencias decía algo así como que: cuando alguien nos habla, en esa escucha estamos ya juzgando lo que oímos. No estamos abiertos a la escucha directa sin emitir opinión mental interna.

¿Te reconoces en este post? ¿Sueles prejuzgar o emitir juicios sin una base sólida o desde tu propia experiencia? Nos encantaría saber qué piensas!
                                                                                                                        Luna & Alma