lunes, 6 de julio de 2020

UN HOMBRE Y UNA MUJER

"Hasta cierto punto, existe una parte de todos nosotros que vive fuera del tiempo. Quizás nos percatamos de nuestra edad solo en momentos excepcionales y, la mayoría de las veces, no tenemos una edad asignada."
(Milan Kundera)


Hace unas semanas, ví una película que me hizo reflexionar (en esta cuarentena forzosa que pasamos, hubo tiempo para todo). La película se llama: "LOS AÑOS MÁS BELLOS DE UNA VIDA". Es la secuela de otra titulada: "UN HOMBRE Y UNA MUJER" de Claude Lelouch y está protagonizada por los mismos actores cincuenta años más tarde.

Si en la primera parte la historia arranca cuando dos jóvenes viudos se conocen, se enamoran e inician una fugaz relación fulgurante e inesperada que parece no fructificar ante la imposibilidad de que ella olvide a su marido; en la segunda, vuelven a encontrarse 50 años después.

En la actualidad, él, un antiguo piloto de carreras, se pierde un poco por los caminos de su memoria. Su hijo entonces intenta ayudarle a encontrar a la mujer que su padre no supo guardar junto a él, pero a quien rememora continuamente. Cuando el encuentro se produce (lleno de flashbacks de la primera película) podemos ver el paso del tiempo en los dos protagonistas, los separan cincuenta años. Ambos son dos ancianos, ella llena de vida aún, marcada por los años pero conservando su belleza y su magnetismo. Y él, un anciano más deteriorado, con problemas de movilidad y memoria pero que mantiene esa sonrisa que aún conserva y lo hace reconocible.

El impacto, es muy fuerte. Porque al estar construida en los dos tiempos, es palpable el transcurrir de éste y la  huella que ha dejado. El reencuentro en este ahora, es amoroso y cuidado. Ella intenta hacerle recordar y vivenciar sitios y momentos que compartieron, a él le cuesta pero tiene momentos de lucidez donde la reconoce. Los dos tienen la oportunidad de cerrar círculos que quedaron abiertos del pasado. Pero ambos lo hacen desde un lugar tan respetuoso y generoso que me hizo pensar que quizás la vejez, aunque nos quite la belleza, el fulgor, el resplandor, nos dota de un estar presentes desde lo que es importante de verdad. Y además, que la belleza física aún perdura en algún punto de nuestro cuerpo. Unos ojos que brillan, una boca que lanza una sonrisa, unas manos arrugadas pero que mantienen el calor del amor. Ninguno ha perdido su esencia. Mantienen esa identidad que los enamoró. La vida les ofrece ese encuentro inesperado y ambos se entregan a él con felicidad y alegría.

Cuando terminó la película, me quedé pensando en que vivimos en una sociedad en la que los mayores se vuelven invisibles, a medida que vamos cumpliendo años se nos vende la eterna juventud y vamos desapareciendo. Detrás queda la sombra de la soledad o el abandono.

Por suerte creo que ahora eso está comenzando a cambiar lentamente. La vejez está dejando de ser un estigma, queda vida por delante, queda el amor por vivir, queda la curiosidad y el aprendizaje.

¿Te apetece dejar tu opinión? ¿Cómo llevas el paso del tiempo? ¿Te afecta? ¿Te sientes identificado con este argumento?


Luna & Alma