lunes, 24 de junio de 2019

Juntos o separados


“Mientras más se aleje una sociedad de la verdad,
más odiará a aquellos que la proclaman.”
(George Orwell)


Leyendo la cita y observando el mundo que nos rodea, ¿cómo podría no creer que es terriblemente cierta?

A veces, cuando veo que todo es una cuestión de “bandos”, pierdo la esperanza que esto, que la sociedad en la que vivimos, tenga arreglo. Porque lamentablemente, a eso se ha reducido todo. Eres de izquierda o de derecha, de arriba o de abajo, blanco o negro. Y claro, si te gustan las ideas socialistas no puedes estar de acuerdo con ningún tipo de autoridad. Si usas “uniforme”, no puedes ser amigo de un joven hippie. Si eres empresario no almuerzas con operarios. Si eres un obrero no juegas al golf. Y el símbolo del yin y el yang es sólo eso, un símbolo; algo abstracto y, tal parece, obsoleto.

Cuesta aceptar que lo que nos gusta, lo que creemos, lo que sostenemos de algún modo, pueda tener fallas, pueda no ser “perfecto”. Es como si un católico no admitira los horrores que ha cometido la Iglesia en nombre de Dios. Es más fácil, agredir y ponerse contra quienes –tal vez– nos enfrenten a esas cuestiones, esas ‘verdades’. No sea caso de revisar las propias convicciones o creencias, admitir que no todo es una cuestión de equipos, de adversarios; y que, la única manera de que una sociedad funcione, es que tomemos la parte mejor de todas y cada una de las posiciones... ¿no crees?

Alma & Luna

lunes, 17 de junio de 2019

Formas de amar

Abrir el corazón para dejar fluir el amor auténtico, que proviene de nuestra esencia espiritual, implica tener una actitud de bondad, de dar bien, de bien dar: desear el bien y bienestar en pensamientos para el bien, palabras para el bien, sentimientos para el bien, acciones para el bien, es decir con “buena voluntad.”

(Texto tomado del libro “Milagros para todos” de Vivian Solis)


Cuando hablamos de amor, se abren varios caminos para poder definirlo ¿no es así? A veces creemos que el amor “llega”, que nos toca, como si nosotr@s no tuviéramos nada que ver con eso. Amamos y nos aman.

Sin embargo, cuando leí la frase que abre este post en la imagen, me di cuenta de que en muchas ocasiones se abría debate acerca de esto: ¿El amor se demuestra con hechos? ¿El amor se demuestra con palabras?

Supongo que habrá personas que son menos expresivas, y que demostrarán con sus hechos el amor que sienten. Otras, necesitarán decirlo, necesitarán oírlo, necesitarán la palabra que los abrace. Yo creo que ambas opciones forman parte del amor, por decirlo de una manera coloquial. Demostrar con hechos o con palabras, es la única forma que conocemos para poder manifestarlo.

Cada un@ lo siente o lo percibe de manera personal y única. No existen las comparaciones. No sólo en relaciones de pareja. Pienso en los hijos por ejemplo, cada uno es diferente por más que hayan sido educados de la misma forma. Cada uno manifestará su amor según su percepción interna, su carácter, su forma de ver a sus padres en este caso.
Como individuos también se manifestarán en el amor de diferentes maneras.

Te invitamos a que nos dejes tus palabras. ¿Amas demostrando con hechos? ¿Amas con palabras? ¿Cómo te sientes más “amado”; con hechos o con palabras?
                                                                                                          Luna & Alma




lunes, 10 de junio de 2019

Tiempo libre


“Estamos atrapados en la cultura de la prisa y de la falta de paciencia. Vivimos en un estado constante de hiperestimulación e hiperactividad que nos resta capacidad de gozo, y nos roba la posibilidad de disfrutar de la vida.”
(Carl Honoré)

El viernes pasado, por estos lares se ha terminado el año escolar. Sólo habían pasado un par de minutos desde lo que sería el último mediodía delante la puerta de la escuela, cuando un niño de apenas ocho años, miró a su madre y preguntó: “¿y ahora, qué haré?”

Juro que me dejó perpleja. Me quedé pensando en una infinidad de cosas. Entre ellas el hecho inconcebible que un niño se sintiera “perdido” porque se encontraba sin un programa de actividades. ¿Cuándo fue que nos llenamos de cosas por hacer? ¿Cuándo fue que perdimos la capacidad de “no hacer nada”?, ¿de permanecer a contemplar lo que nos rodea y basta?, ¿o de improvisar según el momento, las ganas y la compañía?

Entonces presté más atención a estas mamás que allí se encontraban, y ellas estaban más preocupadas que los propios hijos. Junto a la escuela terminaban las lecciones de natación, de atlética, de danza, de inglés, los encuentros de catequesis, los de fútbol... y una interminable lista de ocupaciones. No pude evitar recordar mi propia infancia, iba a la escuela por la mañana, y tenía alguna actividad extraescolar por la tarde, pero nunca me angustió la perspectiva del tiempo libre sin un programa minuciosamente programado. Menos aún cuando fui madre. Siempre creí que todos necesitamos un tiempo sin “obligaciones”, sin compromisos adquiridos con anticipación. Un tiempo sin “nada para hacer”. Sobre todo cuando se es niñ@, porque creo que de ahí nazca la creatividad, la curiosidad por descubrir.

Si estamos todo el tiempo ocupados, con actividades prefijadas y compromisos varios, ¿cuándo es el momento para estar con nosotros mismos? ...para pensar, para reflexionar, para dejarnos sentir.

Alma & Luna

lunes, 3 de junio de 2019

La delgada línea entre deseo y necesidad

“(...)
En la mente de las personas maduras hay una especie de línea imaginaria que distingue claramente entre «deseo» y «necesidad». Desgraciadamente, muchos confundimos con frecuencia ambos conceptos. Un deseo es algo que «me gustaría» ver cumplido, pero que «no necesito». En cambio, una necesidad es algo sin lo cual realmente NO puedo funcionar. La realidad –lo mires por donde lo mires– es que las necesidades del ser humano son la bebida, la comida y la protección frente a las inclemencias del tiempo (si es que el lugar donde vives es inclemente). Nada más. Es bueno tener deseos, es natural. Deseamos poseer cosas, divertirnos, estar cómodos, que nos amen, hacer el amor..., y todos esos deseos son legítimos, siempre y cuando no los transformemos supersticiosamente en necesidades. Y es que los deseos causan placer. Las necesidades inventadas producen inseguridad, insatisfacción, ansiedad y depresión. Sin embargo, parece que las personas tenemos una fuerte tendencia a crear necesidades ficticias a partir de deseos legítimos.
(...)"
(“El arte de no amargarse la vida”, Rafael Santandreu)




Si leemos con atención este párrafo, quizás a primera vista suene demasiado “básico” o “superficial”. Nos preguntaremos como se puede sintetizar algo que nos llevaría horas poder definir, entender, resumir y por fin extraer alguna conclusión, porque visto así, de esta manera tan lineal parece tan simple que nos hace pensar como no nos damos cuenta y como es que vivimos sumid@s, en una interminable sucesión de “necesidades” que nos vamos o nos van creando (y nosotros lo permitimos desde nuestro “piloto automático vital”).

Si yo pienso por ejemplo en que hace alrededor de diez o doce años, no tenía teléfono móvil, much@s se preguntarían: Pero ¿cómo?; ¿cómo podías estar sin “estar comunicada”? O... ¿cómo era tu vida sin móvil? (Esto es obviamente un poco exagerado; pero, no va descaminado, porque de verdad ahora mismo no me planteo dejar de tener móvil).

He aquí el ejemplo que encontré más adecuado para lo que se plantea en este post.

Nadie al día de hoy, se puede imaginar sin móvil. Sin embargo... ¿es una necesidad? ¿Es algo básico en nuestra vida? ¿Podríamos vivir sin móvil? Este aparatito nos ata, nos esclaviza muchas veces, nos hace estar desconectados con el resto del mundo y en muchos casos, desconectados de la vida. (Hay infinidad de ejemplos obviamente: “No puedo vivir sin pareja”, “ No me imagino la vida sin...” “Me muero si me echan del trabajo...” y un extenso listado de tips que solemos utilizar a diario).

Sin embargo, en el otro extremo está el deseo: tal y como explica el párrafo introductorio, éste es algo que nos ilusiona, que nos gustaría tener, pero que sin él podemos vivir y seguir llevando nuestra vida cotidiana. No modifica nada. Podemos ponernos el objetivo de cumplir nuestro deseo sin que se nos vaya la vida en ello o que eso nos impida ser felices. El deseo puede ser estimulante y que nos impulse a superarnos y conseguir logros.

¿Te apetece compartir tu opinión? ¿Encuentras  ejemplos en tu vida diaria? ¿Te creas muchas “necesidades innecesarias”?

¡Te esperamos!
Luna & Alma